Retro o moderno, analógico o digital… ¿Tú a qué le apuestas?

El todo poderoso Youtube salta a veces con cosas muy simpáticas, hoy por ejemplo entre las sugerencias me apareció un video en toma subjetiva de alguien mezclando “Don’t stop me now” de Queen sobre una consola análógica SSL; estuvo muy divertido verlo, e inevitablemente comenzó a surgir en mi una tremenda nostalgia, de recordar aquellos tiempos en que uno se sentía literalmente al mando de los controles de una nave salida de Star Wars, rodeado de botones por millares, lucecitas de colores por todas partes, perillas y cables que entraban y salían de forma infinita en aparatos exóticos, raros y terroríficamente costosos…

Yo mezclando hace 20 años...

Hace 20 años me sentaba a mezclar frente a una hermosa Otari de 64 canales tan grande y pesada como cualquier auto moderno (como se puede notar en la nostálgica imagen) rodeado de racks llenos de aparatos que dejaban ver letreritos como Neve, Drawmer, Lexicon, Eventide, Urei, Genelec o Neumann entre muchos más que ya ni recuerdo, y se sentía en el ambiente esa magia misteriosa de los grandes estudios de la época; quienes presenciaban el trabajo lo veían a uno como un tipo salido de una película de ciencia ficción y nunca lograban calmar el asombro que siempre se dejaba ver a través de la misma pregunta: ¿Y si sabes para que son toooodos esos botones? Eso nos daba un aire de importancia casi sobrenatural y nos enamoraba cada vez más de todo aparato que aumentábamos al arsenal; cada micrófono, compresor, ecualizador, reverberación o preamp se convertían en joyas más valiosas que nuestra propia hombría y lo que más inflaba el ego, era cuando podíamos exhibir y presumir todos los juguetes frente a los colegas que sí entendían de que se trataba el asunto.

 

Hoy en día la cosa no es muy diferente, solo que casi todo ha sido reemplazado por una laptop llena de plugins que difícilmente se llegan a usar en su totalidad; la historia sigue siendo la misma, el debate en cambio ha cambiado un poco: ¿Quién gana la pelea, si lo análogo o lo digital?… Por otro lado la tristeza es compartida al ver que grandes estudios llenos de esa “magia” analógica comienzan a reinventarse o incluso cerrar sus puertas porque mantener una inversión tan grande en la actualidad resulta una labor titánica y casi imposible. Las marcas que llenaban los racks costando miles y miles de dólares, se venden como plugins simuladores de modelos legendarios hoy en día por unos cuantos centavos en ofertones online de Black Friday que duran prácticamente todo el año, y sí, me imagino que ahora sus ganancias son mayores vendiendo millones de plugins alrededor del mundo entero, los que finalmente en algunos casos, caen en manos de un montón de gente que no tiene idea de cómo usarlos, pero que se convierten en expertos utilizando ”presets” aunque no sepan ni dónde están parados.
El panorama parece desolador, pero la verdad pienso que no es tanto así. Esa revolución tecnológica ha puesto el asunto al alcance de todo el mundo: Los que saben y los que no, los que tienen talento y los que no, los que se lo toman en serio y los que juegan a ser “productores”, los que hacen rock, pop, jazz, salsa, merengue, hiphop, reguetón, cumbiones y hasta reviven a Mozart desde su habitación, suben videos a Youtube cantando y tocando al lado de su cama, con la mamá viendo agazapada detrás de la puerta entre cerrada; hay de todo, hay quienes dan vergüenza ajena, y hay también quienes sorprenden con el talento y la habilidad que tienen de hacer cosas realmente asombrosas, y el punto es realmente ese: ¿Cómo sí hay quienes pueden lograr muy buenos productos con pocas herramientas? Volvamos un poco entonces al debate de ¿Cuál es mejor? es indudable que los grandes estudios proporcionan la capacidad indiscutible de lograr producciones de excelente calidad (siempre y cuando haya alguien detrás que sepa lo que hace), es indudable también que el entorno analógico es maravilloso, es indiscutible además que los equipos e instrumentos de alta gama aportan hermosas pinceladas de calidez, color, brillo, belleza, poder y un montón de términos más que podemos utilizar; pero el punto final es:

¿Todo eso le importa al público que consume lo que hacemos, tanto como a nuestro ego profesional?

Es un punto muy sensible pero a la vez una triste realidad, aceptar que en muchos casos los músicos tocan más para lucirse frente a otros músicos, que para encantar al público que tienen en frente; así mismo muchas veces grabamos, mezclamos o masterizamos pensando más en competir con los colegas, que en lo que la gente quiere escuchar; así es, los miles o millones de personas que quieren escuchar una canción que les guste en Spotify o Youtube mientras hacen cualquier cosa de su vida cotidiana, no tienen la más remota idea de con qué, dónde y cómo se grabó, mezcló o masterizó esa canción, es más, la mayoría ni siquiera saben que esos términos existen; eso lo sabemos nosotros, por eso es necesario entender que muchas o costosas herramientas no garantizan que las cosas queden hechas para gustarle a todo el mundo. La diferencia entre análogo o digital, estudios enormes o caseros, aparatos o plugins, finalmente a la gente común le importa un soberano rábano.
Volviendo al mundo de los entendidos, a los que nacimos en este mundo entre cintas, botones y cables, nos llena de nostalgia el místico romanticismo del mundo analógico, pero finalmente estamos obligados a ver lo que tenemos delante: La era digital. A los que iniciaron en cambio entre interfaces, plugins y DAWs, se les colma el ansia de saber cómo habría sido grabar en una cinta abierta de 2 pulgadas, y se descargan de la red cuanto bicho les ofrezca “calentar” la señal cómo lo hacían las válvulas de presión buscando traer de vuelta a la vida ese sonido retro, que en realidad era un dolor de cabeza por los ruidos que generaba; pero así de irónicas son a veces las cosas: Llegó la tecnología digital para acabar con el ruido analógico, pero ahora se inventan artilugios digitales para meter ruido analógico de forma artificial… A la final toda esa historia es más que todo una cuestión de marketing, las marcas tienen que ganar dinero no?
Es necesario entender que los dos lados tienen sus ventajas y desventajas, que el mundo analógico no ha desaparecido, ni lo digital va a lograr reemplazarlo por completo (al menos en un muy buen tiempo) ni en los estudios profesionales ni en los caseros. La tecnología avanza para facilitar las cosas, para hacerlo todo más práctico, inmediato y barato; para ponerlo todo al alcance de todos, al fin y al cabo, eso ha permitido que millones de artistas puedan mostrarle al mundo su música sin necesidad de managers, promotores o disqueras y finalmente bien o mal, ahora hay trabajo para todo el mundo; muchos se quedan en el intento, algunos pocos alcanzan el éxito y otros tantos fracasan; pero la línea que divide al éxito del fracaso, no está marcada en sí por los miles de dólares que se inviertan (bien o mal) en equipos análogos o digitales, en instrumentos carísimos de los que usan los famosos o despampanantes estudios de grabación de donde salen los codiciados Grammys; eso en la vida real, viene marcado por hacer un trabajo con dedicación, esfuerzo, preparación, organización, criterio y mucho espíritu; en sí, la verdadera diferencia está en ¡Saber cómo hacer las cosas bien!
El mundo se reinventa cada día, las herramientas que la tecnología ha puesto en la palma de la mano de casi cada ser humano en el planeta, son tan cambiantes como el mismo gusto y opinión de quienes las usan. Esos ríos interminables de gente “enchufada” a un par de audífonos buenos o malos; gente escuchando hits, clásicos o canciones que nadie conoce en barras de sonido BlueTooth o sistemas de Home Audio con parlanticos y subwoofers de todos los tamaños en los que todo suena bonito aunque no suene bien; consumen toneladas interminables de audio y video en todas las calidades habidas y por haber, desde lo mejor hasta lo más paupérrimo sin casi notar la diferencia o detenerse a pensar en ello; los hay críticos, audiófilos o melómanos; pero también hay muchísima gente en mayor medida, que solamente busca DISFRUTAR lo que consume sin preocuparse por todo lo que está detrás, y es eso precisamente lo principal a considerar cuando trabajamos:
Que la música que hacemos no es para competir con los colegas. La música que hacemos es para que la escuche toda la gente; no son decibeles, vatios ni hertzios de más o de menos lo que ofrecemos para que los expertos juzguen; lo que ofrecemos a las personas que nos escuchan, es esa compañía para los buenos o malos momentos, que sólo puede brindar una buena canción.

 

Ricardo Cortés D.

CLAVEDIGITAL Training Center

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